Amor de Pareja y Evolución Espiritual


Los seres humanos nacemos con un conjunto definido de características físicas y psíquicas. Estas características que nos predisponen a ciertos gustos y actitudes son llamadas "esencia". Para lograr un adecuado desarrollo espiritual debemos evitar que la esencia genere vicios. Alguien que por naturaleza se aleja de las multitudes puede comenzar a odiar a los demás. Una persona que por su tipo es precavida puede llegar a creer que todos quieren atacarla. Cada uno de nosotros posee una cantidad casi infinita de características específicas. Sin embargo, existe un cierto número (bastante amplio) de tipologías que agrupan las peculiaridades predominantes. Cada tipo debe complementarse con el tipo opuesto que potencie sus características. El hombre complementa a la mujer, el activo complementa al pasivo, todo gracias al amor. Los antiguos egipcios usaban la astrología para identificar a la pareja ideal del recién nacido. Nosotros solo podemos usar la intuición y el conocimiento básico de siete tipos muy generales. Estos tipos llamados "planetarios" se identifican con el Sol, la Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Existen tipos que cuando se juntan se complementan, otros son indiferentes o resultan incómodos. Solo la unión con el complementario más adecuado puede producir relaciones sexuales elevadas. Una pareja armónica permite que nuestro corazón vibre en consonancia con todo el universo. Sin embargo, hoy nos dejamos llevar por la propaganda y la educación con sus modelos predefinidos.

"Aquí, en la actualidad, si uno de esos seres tricerebrados ama a algún otro ser, esto sucede, bien porque el último lo anima siempre mediante lisonjas inmerecidas, o bien porque su nariz se parece considerablemente a la nariz de la mujer u hombre con el cual, gracias a la ley cósmica de la 'polaridad' o del 'tipo', se ha establecido una relación todavía sin romperse, o, finalmente, sólo lo ama porque el tío del segundo tiene a su cargo negocios fabulosos y puede llegar un día a procurarle grandes bienes, y así sucesivamente. Pero aquí, en la Tierra, jamás se aman los hombres con amor auténtico, ecuánime y desinteresado." (G. I. Gurdjieff)